Mírame a la cara.
Sácame la luz que
me enciende los ojos – y bebe de mí. Cubre mi sonrisa con tus
manos, lléname la boca con tus besos, mi cabeza de sueños, de
valentía; sácame de la realidad que cree que hoy en día ya no vale
la pena, y que soñar es superfluo. Sácame de aquí. Llévame
contigo, bailando a tu manera, ciérrame los ojos que hoy no quiero
depender de mis instintos, de lo que veo de lo que me digan - tápame
los oídos con tu voz diciéndome cuánto me quieres, que soy tu
cariño y cuánto deseas que el futuro que ya se hace presente
seamos tú y yo. Hazme decir al final de todo, cuando mi último
suspiro, que valió la pena ser extranjero en esta vida que no nos
deja llevar casi nada, y que a Dios le pido que me deje llevar todos
los recuerdos tuyos, y que ojalá tengamos la oportunidad de estar
juntas otra vez, cuantas veces más volvamos. Si es que volvemos. Sólo puede creer en otras
vidas quien sabe lo que es amar a alguien. El tiempo es demasiado
corto, mi vida, corto, corto, corto. ¿Y que hago yo aquí, tan lejos
de ti? El tiempo es demasiado corto para que se consuma tanto amor. Soy vino, soy pan y soy tu almohada.
Por eso, bebe de mí, come de mi carne,
agárrame la vida entre tus dedos, y sáciate. Trágame. Sóplame.
Quiéreme. Mucho. Como yo a ti. Te quiero.